13 mayo 2007

mirando

El anciano se adormece en su sillón, solo, solo. Raídos los pantalones, raída la camisa y ese olor de retirada hace tiempo. Pongamos, dormita en su sillón, mirando por la ventana, mirando a través hacia algún punto, por mirar a algún lado.
Más abajo, debajo del suelo, el abogado indecente corriéndose en la cara de una puta. Su mujer, de viaje.
Arriba, después del techo, un matrimonio lejano, cumpliendo su tercera hora de televisión de la noche. El táper con albóndigas, la ropa para planchar, la factura de Telefónica, el parquet desgastado, el tinte, irreconciliables, los lados de la cama, las no miradas.
A la derecha, la chica que gira la llave y sonríe en el mismo instante en que el batería, por fin, la besa en el cuello. Se cierra la puerta.

No pienso nada, no siento nada.
Café, cigarro, balcón.
Circulan aún más despacio los trenes de Tozeur...
Se oyen los coches, las luces, las motos, las sirenas, los pasos, los camiones de basura, los felices, las radios, los árboles, los borrachos...se oye lo inmortal, afinando...y no siento nada.

A la izquierda, la chica que escribe y no siente nada.