03 noviembre 2006

Ana tiene los ojos grandes. La he vuelto a recordar. Ana de nuevo en el metro, sin previo aviso. Recuerdo...Ojos grandes. Amplia sonrisa, se expandía por todos lados, nada intacto. Ana perfecta.
Nunca supe el motivo. Ella es así. No hay más. Al principio removía, rebuscaba, anhelaba. Dejé de hacerlo. Era inútil.
No sé si la echo de menos.
Un poco.
Nunca entendí nada, pero comprendo. Ella es así.
Llegué a sentir envidia, llegué a admirarla, llegué a querer ser como ella era, incluso en mi peor momento, llegué a querer ser ella. Era inevitable.
Perdí algo, gané algo. Supongo que es lo que siempre sucede.
Ana que estaba, como no estaba. No guardo ninguna foto de ella.
“¿Ana?”
Su risa, su risa...
Ana menuda...Ana después.
Ana que daba, Ana que robaba...Olor a incienso, a cerveza, a tabaco, a lluvia, a amor requemado. Olor que queda.
Perfecta, caótica y perfecta, egoísta y perfecta, suave y áspera, blanca, blanda, en la oscuridad. Ana golpeando. Ana revuelta. Un enigma que luego comprendías tan pequeño. Ana quimera.
Ana desaliñada...Ana amada.
Ojos grandes. A veces, ya sólo a veces. De repente en el metro. De repente en el baño; mientras leo, inesperadamente...A veces.
Yendo y viniendo, entrando y saliendo. Ana, y su caravana esperando por ella en cualquier rincón. ¿La habrá encontrado?